miércoles, 19 de diciembre de 2012

.


Estabamos sentados en un colchón en el piso. Mi cuarto todavía no había recibido la nueva cama que esperaba, quizá con ansias. El vacío que tenía adentro del pecho hacia juego; Que hermoso maridaje.

Estabas lastimada, llorosa, pero con la frente en alto. Denunciabas a los 4 vientos y entre sollozos y respiraciones cortadas, proclamabas y anunciabas aquel dolor irreparable que te había causado.

Llanto, angustia, sabor a metal y ansiedad.

Poco después, un avión, un viaje, tierra de nueva york. Conmigo me llevo mi angustia.

Me acompañan caras de orto, que reaccionan ante la mierda que tengo adentro. Toman mi interior, lo procesan, y me lo devuelven. Me tratan con desdén. Me sulfuran.

Extraño mi argentina nativa. En una semana volvería, lo sé, sin embargo extraño.
Extraño un par de manos que puedan mimarme. Las palabras viajan rápido por internet, pero no me alcanzan. Necesito el roce, el toque, una mirada comprensiva, dos o tres palabras de consuelo y un cuerpo que me otorgue el placer que me haría volver a sentirme un poco más entero.

No puedo conmigo mismo. Me siento diminuto. Estar en la cima del Empire State.. no ayuda.

La estatua de la libertad me mira, con los mismos ojos que hace mucho tiempo prometía a migrantes la tierra soñada. Hoy busca prometerme a mi que todo podría volver a estar bien. O quizá que todo se trata de ciclos, donde me reciclo una y otra vez.


Quedo desnudo ante la inmensidad.

No literalmente al menos, eso sería ilegal... creo.

Me destripo y limpio de lo innecesario. La vida me limpia como a un pescado, me pone a la parrilla y me digiere.

No sé como seguir esa metáfora que acabé de decir.. En otro momento quizá se me ocurra algo inteligente y profundo.

Me siento choto.

Me siento mierda.

Me siento solo.

Me siento.





Siento.

0 comentarios:

Publicar un comentario