martes, 13 de diciembre de 2011

Never what you want, always what you need

Sobre esa noche, pocos se atraverían a escribir. Quizá algún poeta tímido una noche de invierno lo pensaría por un momento, cobardemente abandonando la idea al intentar relatar tal pasión.

Tenían derecho a besarse, a devorarse. TENÍAN DERECHO A AMARSE. Poco importaba esa noche que el amara a otra mujer (Realmente la amaba? O empezaba a ser aquella morocha en su cama quien comenzaba a adueñarse de su corazón?). Poco importaba que ella perteneciera a otro hombre (Le seguía perteneciendo después de tantas decepciones?).

El pensó por un instante, si quizá era genuina esa sensación. Esa sensación de nunca querer volver atrás. El se preguntó si ella sentía lo mismo.

En ese cuarto saborearon cada beso. Degustaron sus cuerpos y el sabor de sus sexos hasta el placer máximo. Se volvieron uno solo junto al otro. Se convirtieron en reyes de su propio destino, y al terminar, se abrazaron. Se abrazaron en un encuentro de almas que pocas veces había llenado tanto ese vacío que ambos guardaban dentro.

Hablaron. Realmente hablaron. Expusieron sus almas, tomandose su turno para compartir sus historias de orgullo, fracaso y caídas. Volvieron a abrazarse. A el le hubiera gustado poder detener el tiempo. Mirar ese dulce mar de sus ojos y poder zambullirse en el. Poder volverse uno con ella una vez mas.

Después de desangrar sus vivencias los unos a los otros, volvieron a recostarse. El uno al lado del otro parecía la unión perfecta. El deseó que esto pudiera seguir por toda la eternidad. El deseó que ella sintiera lo mismo.

Ambos sabían que nada podía compararse a esto. Les sería difícil retornar a sus vidas ordinarias dejando esto atrás. Sabían que nunca podrían hacerlo.

Luego de unas horas de pura sinceridad y sentimiento, ambos bajaron a la cocina. Después de pequeñas charlas de poca, y al mismo tiempo mucha importancia, comieron una pequeña, pero satisfactoria comida.

Ambos deseaban que esto volviera a ocurrir.

Ambos se besaron. El abrió la puerta del garage. El deseó acompañarla hasta su casa, pero Ella disfrutaba el dulce silencio de una caminata sin compañía.

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